El síndrome del impostor (1/2): qué es y qué lo causa
Última actualización: 18 marzo, 2023 por Julio Rosales
El síndrome del impostor es esa angustiosa sensación de no estar a la altura, de no ser tan competente como todos piensan, de que en algún momento alguien se dará cuenta de tu mediocridad y tu vida se desmoronará irremediablemente.
Estoy seguro de que al leer «síndrome del impostor» te has identificado. Después de 12 años en el ejercicio del coaching, no he conocido a casi nadie que no sienta algo así en algún momento de su vida. Sí, es tremendamente común. De hecho me atrevería a decir que cuanto más relevante es su estatus profesional de la persona, más intensamente se siente como un impostor que no merece el reconocimiento que tiene.
En este artículo (1º de 2) expongo mi teoría sobre las posibles causas de este famoso “síndrome” y de sus consecuencias. En la segunda parte (que puedes leer aquí), te hablo de lo que puedes hacer para tratar de eliminar este tormento de tu vida.
¿Qué causa el síndrome del impostor? Obviamente la causa general es la inseguridad, la falta de autoestima, que en mi opinión y en este asunto en concreto, se puede deber a estos factores:
1. Una educación tóxica basada en la crítica y en la comparación
Hay una tendencia, desgraciadamente extendida, a educar a base de críticas. Muchos padres y profesores (y jefes en la edad adulta) llevan al extremo el precepto de no valorar los logros y ser muy duros con los fracasos.
Lo peor del asunto es que lo hacen con buena intención, llevados por el firme convencimiento de que si le decimos a alguien que lo ha hecho bien, se dormirá en los laureles y se convertirá en un vago; en cambio si lo humillamos por cualquier error, se esforzará más en superarse. La psicología (que es una ciencia, recuerdo) ya ha demostrado que esto es falso. En muchísimas ocasiones provoca el efecto contrario: mucha gente opta por dejar de intentar mejorar dado que, supuestamente, nunca logra hacerlo bien. ¿Son vagos o pasotas? No, solo tratan de huir del fracaso que indefectiblemente hay al final de cada uno de sus intentos.
Hay otro grupo de personas con las que aparentemente funciona. A-pa-ren-te-men-te. Personas que no paran de esforzarse en mejorar y obviamente lo logran, pero siempre con esa insistente sensación de que no es suficiente, de que si ha salido bien es cuestión de suerte y que si ha salido mal es, efectivamente, porque son mediocres. Vamos, que en un caso u otro el resultado son personas frustradas y con un bajo concepto de sí mismas.
En esta mierdera (sí has leído bien) tendencia educativa, también se estila mucho humillar comparando con otros sujetos supuestamente mucho más válidos: “mira que buenas notas trae siempre tu hermano”, “por que no haces como la hija de Fulanito que es tan buena y obediente…” Estoy seguro de que alguno de vosotros, en este punto del artículo ya tiene los ojos empañaditos de lágrimas. ¿Me equivoco?
2. Falsa humildad y falsa modestia
Nos han enseñado que la humildad y la modestia son valores imprescindibles de la “gente de bien”. Lo que pasa es que se han olvidado de proporcionarnos una correcta definición de ambas palabrejas.
“No hables de tus logros, no seas prepotente”, “hay que ser humildes y modestos y no hablar nunca de tus talentos porque si lo haces le caerás mal a todo el mundo”… ¿Qué hacemos nosotros en un intento de encajar en la sociedad? Pues no solo no mencionar nuestras victorias, sino menospreciarlas, minimizarlas. Además, para terminar de aderezar esta ensalada de estupidez, decimos unas cuantas porquerías sobre nosotros mismos: “he sacado un sobresaliente por pura suerte, en realidad son una inútil”, “no es para tanto, si yo lo he logrado que soy tontito, todo el mundo puede hacerlo”. El problema es que a fuerza de repetir este comportamiento, no lo acabamos creyendo. Muy bonito todo.
Por aclarar: modestia no es desprécianos a nosotros mismos, sino valorarnos con humildad. Y humildad es la actitud de no sentirnos superiores a nadie por muchos talentos sobresalientes que tengamos. Punto.
3. El apabullante (aparente) éxito de los demás
Pero claro, nadie quiere ser un fracasado. Hacemos un esfuerzo sobrenatural por demostrar que nuestra vida es digna de ser filmada para un anuncio de seguros. No hablamos de nuestros éxitos, dejamos que las fotos que publicamos en redes sociales hablen por sí mismas. Claro está después de pasar por 325 filtros, haber pasado media mañana buscando el ángulo perfecto para que se vea todo preciosísimo y habernos convertido en profesionales del hastag.
Y ahí estamos algunos, sentados en nuestro water (que es el lugar donde más miramos las redes) pensando en lo miserable que es nuestra vida y preguntándonos cómo es que el balcón de nuestra cuñada parece la entrada a resort de lujo en el Caribe.
4. Traumas por errores del pasado
El arrepentimiento esta muy arraigado en nuestra cultura y no nos permitimos pasar página. Nunca llegamos a pensar nada bueno de nosotros mismos porque en el pasado herramos, porque fue vergonzoso, porque por mucho tiempo que haya pasado somos esa persona que cometió esos errores. Errores que solo yo he cometido, a juzgar por lo que veo en mi entorno. Errores que mantengo en secreto porque si se supieran… Al final usamos esos fracasos para confirmar lo que a estas alturas ya todos pensamos: que somos un verdadero fraude.
5. Competencia inconsciente: lo que me da me quita
Llamamos competencia inconsciente (por resumir mucho) a esa habilidad que tenemos tan interiorizada que ya la realizamos sin aparente esfuerzo.
Pongamos como ejemplo la habilidad de conducir: cuando estamos aprendiendo a conducir ponemos todos nuestros sentidos en la tarea porque hay que hacer muchas cosas a la vez (tres pedales, 5 marchas, 3 retrovisores, semáforos, señales, coches, peatones, radares…). ¿Recuerdas el agotamiento mental que tenías después de hacer una práctica de conducción? En ese momento ya sabes conducir, pero tu competencia aún es consciente.
Afortunadamente llega un momento que de tanto repetir la actividad, acabas conduciendo sin apenas esfuerzo mental y además lo hace mucho mejor. Es el momento en que tu competencia se ha convertido en inconsciente. Esto sucede porque nuestro maravilloso cerebro “traslada” esa habilidad al cajón de lo inconsciente para ahorrar energía y para, como he dicho, tener mejores resultados.
Te cuento todo esto porque es muy habitual que con el tiempo acabemos desempeñando cualquier tarea frecuente de la misma manera, en modo automático inconsciente. Tiene grandes ventajas, pero también un inconveniente: como no nos requiere gran esfuerzo nos da la sensación de que no hacemos gran cosa. Además la competencia inconsciente opera independientemente del área del cerebro encargada de la memoria, con lo que es frecuente que por mucho que hayamos estudiado, con el tiempo, tengamos la sensación de que no sabemos nada. “No recuerdo nada de la carrera y lo que yo hago lo podría hacer cualquiera”. Esto es lo que pensamos.
Consecuencias
Pues de aquellos polvos estos lodos:
- Aceptamos trabajos y salarios por debajo de nuestro potencial.
- Aceptamos trato vejatorio tanto en lo profesional como en lo personal.
- No nos atrevemos a expresar opiniones o reaccionar ante injusticias.
- No abordamos nuevos retos y nos quedamos en el área de “lo que sé que seguro haré bien”.
- No nos sentimos merecedores de nada extraordinario…
En definitiva muchas personas aceptan una vida por debajo de lo que merecen. Otras lo gran superar el síndrome del impostor por momentos y prosperan, pero viven con esa continua sensación de estar estafando al resto del mundo.
¿Qué podemos hacer para acabar con esta lacra? Como este artículo está quedando muy largo, de eso te hablo en este otro. ¿Tienes algo mejor que hacer que leer otro ratito?
Puedo ayudarte a superar el síndrome del impostor…
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¿Quieres escucharme hablar de este tema? Aquí tienes un audio extraído de mi colaboración en Onda Cero.
Ilustración © Mask by Marek Polakovic from NounProject.com
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